Mientras caminaba pregonando por las calles, don Luis, se refugiaba bajo la escasa sombra que producía, una batea repleta de cajetas en su cabeza, su piel un poco quemada por el sol, brillaba por el sudor que bañaba su cuerpo.
Por allí viene Luis, dijo una señora que junto a mi esperaba en la parada el bus, rumbo a Masaya. Se cercó un poco a nosotros y una niña corría desesperada llamándolo. Entonces van a querer dijo, con una sonrisa picara entre los labios, bajo la batea de su cabeza y destapo el colorido mantel que cubría las deliciosas cajetas.
Llevo de coco, leche, arroz, cacao y de todo un poco están recién hechas, muchacha cómprame dijo; se miraban deliciosas así que no pude resistirme y compré. El bus llegó y rumbo a Masaya, me quedé con el delicioso sabor de las cajetas y el grito del pícaro pregonero.
Por allí viene Luis, dijo una señora que junto a mi esperaba en la parada el bus, rumbo a Masaya. Se cercó un poco a nosotros y una niña corría desesperada llamándolo. Entonces van a querer dijo, con una sonrisa picara entre los labios, bajo la batea de su cabeza y destapo el colorido mantel que cubría las deliciosas cajetas.
Llevo de coco, leche, arroz, cacao y de todo un poco están recién hechas, muchacha cómprame dijo; se miraban deliciosas así que no pude resistirme y compré. El bus llegó y rumbo a Masaya, me quedé con el delicioso sabor de las cajetas y el grito del pícaro pregonero.
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